sábado, 26 de enero de 2013

Cap- 2 Count on me

Un día cualquiera me levanté y fui hacia la casa de la señora Rumsfeld, una de las que me daban empleo por las mañanas para limpiar su casa no tan humilde.
Hoy tocaba limpiar los baños, los cuales me daban un gran asco... no es que estuvieran sucios, pero eso de limpiar los retretes de los demás no es muy divertido.Al terminar y recibir mi paga, la cual no era tanto comparado con el gran trabajo me tuve que hacer desatascando los desagües..  pero si algo he aprendido es que el dinero, por lo miserable que sea, para cualquier cosa hará falta.
Llegué a mi casa, lo justo como para cambiarme e irme al bar a trabajar.  Atender mesas y limpiar era muy cansino, algunos días mis fuerzas se caían y tenía que ponerme a limpiar doblemente el suelo por haber caído algo en él.
Me ofrecieron el tener que limpiar solo la barra, para no molestar más a los demás  trabajadores (realmente estaba cansada ese día)

-¡¿Pero qué demonios haces?! –escuchaba gritar a alguien. Alcé la vista y allí estaba, una  chica un poco refinada para mi gusto, me gritaba por haber caído sobre su lujoso vestido su café con leche.
-¡Perdón! ¡discúlpeme! Estaba limpiando y.... se ha caído.. –Creo que notaba mi risa,  pero no  podía evitarla, ¡tenía una mancha tan peculiar provocada por el café derramado!
-¡Y encima se ríe! ¡quiero hablar con tu maldito jefe!

-Mira, disculpe, solo es que me hace gracia la mancha de su vestido, es tan rara –decía  riéndome más. La chica no quería hablar más conmigo, por lo que solo preguntó:
-¿dónde está el baño?
-No te preocupes, yo te acompaño 1313  xdd –decía haciéndole un gesto para que me siguiera, y así lo hizo.
-sigo sin verle la gracia, no sabes cuanto cuesta este vestido...  –me dijo enfadada.
-Mi conjunto (una simple camisa de rayas negras y blancas con una falda corta negra) me  costó 10 libras en el mercadillo de Camden Town ;) –dije dándome la vuelta como si fuera  una modelo mostrando mi “modelito”, solo intentaba animarla.
-Este vestido costó 500 libras ¬¬ es de Mary Quant.
-¿Y ésta quién es? ¿un pato o algo? ¿Quant? ¿qué apellido es ese?
- ¿En qué mundo vives?
-En el mundo real –le contesté.
-  ¿Mundo real? ¿Estás insinuando algo? –dijo mirándome directamente a los ojos.
-Solo he dicho que yo vivo en el mundo real –le corregí- en el que hay que trabajar para  comer, y los vestidos de Mary pato o como se llame no son lo más importante.  –Parecía  pensativa después de escuchar mis palabras.
-Tienes razón.. Es una estupidez de mancha.
-Oye lo siento –se la veía algo triste y le quise ayudar- no pretendía decir eso… solo es que estoy teniendo un mal día, eso es todo.  Si quieres te puedo dejar ropa o algo…, vivo al lado.

-Te entiendo –habló- y si por favor me prestaras algo te lo agradecería.   –Me puse derecha  ya que hablando me había acomodado contra la pared del baño mientras ella había intentado  quitarse la mancha del vestido con agua y jabón.
-Por supuesto, sígueme. –La llevé a la calle para poder ir por la puerta principal al  apartamento. Cuando entramos me di cuenta de que aquello no estaba tan ordenado como  me gustaría tenerlo y ella lo observaba atentamente.
-Bonita casa.. muy colorida –Observaba con curiosidad todas las pinturas que tenía colgadas  o tiradas en el suelo, también me di cuenta que intentaba leer las rimas que a veces pintaba  en la pared cuando no tenía una libreta a mano.

-No está muy ordenada… -le aclaré.
-Ya veo –decía mirándola con más detenimiento – es acogedora de todos modos…
-Gracias ^-^ - solté con una gran sonrisa, y me puse a buscar en pequeño armario que tenía  ahí mismo en el salón-cocina-comedor (todo en uno). – te puedes probar algo de aquí –dije  sacando ropa que podría ser de su gusto.
-Gracias –le costó poco escoger y eligió una falda y una blusa cualquiera –creo que me  quedaré con esto, no suelo llevar pantalones –se sonrojó por un momento, aunque yo me  expresaba igual, cada uno tiene su estilo, yo tampoco solía vestir con pantalones.

-Te lo puedes probar en el baño –le señalé por donde se iba mientras que recogía un poco la  ropa que no eligió.

-Gracias – me dijo yéndose al baño. La esperé durante 20 minutos largos, cuando salió no me  sorprendió nada, iba arreglada con el maquillaje, los pendientes, y desprendía un olor  agradable a flores. –Lista :D
- ¡cuanto tiempo te pasas arreglándote o___o! creía que estabas muerta o algo
- ¿Por? Es lo normal –dijo como lo más normal del mundo.

-¿normal? pero si yo tardo máximo 5 minutos ..
- ¿De verdad? –preguntó extraña-  Sólo te pones la ropa y listo ¿no?

-Claro –afirmé.
-Se nota que no vives en mi lugar, no tienes a nadie quien impresionar ni tienes que dar una 
imagen.

-Doy una imagen, MI imagen, lo que en realidad soy y quiero ser –Le espeté y la dejé pensando de nuevo.

-Pues yo doy una imagen de alguien que no soy, supongo –pensó otra vez- Así es mi mundo, o el mundo en el que nací
-yo nací un mundo, pero ahora estoy en otro, lo he conseguido porque era lo que quería, si note gusta tu mundo, cámbiate al mío, o a otro, hay muchos –me salieron las palabras sin 


pensarlas, aunque claro, las cosas que se dicen sin pensar son las que han sido memorizadas.

-No creo que me lo permitan
-¿acaso controlan tu vida? xDD –decía medio en forma chistosa, creía que lo decía en broma.
-Pues... Algo así...
- no permitas que hagan eso, ¡es tu vida por el amor de Elvis! –aún no podía creer que alguien no controlara su vida.
-¿Qué...?
-Que es tu vida, deberías ser consciente de que no la pueden manejar, solo tu llevas el mando  del coche de... ¡de tu vida! –me relajé un poco y mi estómago rugió, no había comido en todo  el día- Bueno, ¿quieres hacer algo? ya que terminé el trabajo.. –cambié de tema, quería irme  a comer.
-Díselo a mis padres, a mis "amigos". Tengo que llevar un modo de vida determinado... –ella  continuaba con el tema.
-ppf.... ¿tienes? ¿debes? ¿puedes? deberías mirarte esos conceptos  ……..   ¿quieres?
-No, no quiero. Si tengo, si debo –comentó insegura.
- pues si no quieres no lo hagas ¿qué es lo peor que podría pasar?
-Ser excluida de mi familia –respondió
-No, te corrijo, lo peor que te puede pasar es morir y pensar ¿qué he hecho con mi vida?  -me  detuve y continué- ¿no quieres tener una personalidad? –Ella lo pensó un poco más mientras  que mi estómago rugía.
-Tienes razón, soy una mierda más en una sociedad asquerosa, necesito mostrarme tal y como soy
-¡Bien dicho! ahora si –me sujeté la barriga- ¿podemos ir a comer?   me muero de hambre :S
-Si claro, ¿por qué has tenido tú un día duro?

- Por la mañana me tocó lavar los retretes de unas desconocidas y desde el mediodía he estado atendiendo a gente en el bar, por lo que... tengo hambre y estoy cansada –le resumí el día.
-Entiendo, te invito a comer.
Llegamos a un restaurante, ella me llevó en su lujoso coche. Le dio las llaves a un botones o  algo parecido para que lo aparcara y entramos en lo que era una inmensa habitación con  lámparas de araña colgando encima de las cientos de mesas que debía de haber allí. La reconocieron enseguida y nos condujeron hasta una de las mesas centrales de dos  personas.
 Me moría de hambre por lo que elegí lo primero de la carta "La  Saña vegetariana" y ella alguna comida con un nombre impronunciable. 
No tardaron mucho en traer lo pedido y bebidas y cuando me disponía a "hincarle el diente" a mi comida ella empezó a hablar interesada.
- Y bien .. Cuéntame cosas de ti - me miró desde el otro lado de la mesa
 -Soy de España y me llamo Beatrice Queentero -decía mientras que comía la La saña vegetariana.
- Ah! yo me llamo Mary Jagger^-^ y.. ¿Es bonito?
-Depende de con qué ojos lo mires
- Explicate -me pedía.
-Bueno, España es preciosa pero muy rural. Madrid es genial pero luego todo lo demás son  pueblos y otras ciudades. Pero lo más bonito son sus sierras, sus playas, sus bosques... y el  clima, allí el clima es perfecto, y la gente... la gente es lo mejor
- ¿Mejor que los ingleses? -preguntó interesada.
-Bueno, por lo menos son más cariñosos y hogareños... los ingleses son más, no sabría como  decirlo, se juntan más con personas cercanas, no suelen darle besos en la mejilla a alguien que  acabas de conocer -expliqué recordando a todos mis conocidos de España y me puse algo  melancólica.
- No estamos acostumbrados, por lo menos no todos y si nos conocieses más a fondo -Los defendió.
-Créeme, llevo muchos años viviendo aquí y conozco de sobra a los ingleses.
- Llevo toda mi vida viviendo aquí, no creo que los conozcas más que yo.. 
- Descuida, no digo que me caigáis peor, me encanta este país y su gente -decía sonriendo y  centrándome otra vez en mi plato de comida  - miró hacia mi  y comió también - ¿cuánto  tiempo llevas aquí? -siguió preguntando.
-Cinco años, -comenté enseguida, y luego pensé mejor-  creo... -decía haciendo cálculos con  las manos, llevaba desde los 14 aquí.  -4 años -me corregí.
- Es mucho tiempo, ¿y tu familia? -todos preguntan eso.
-No tengo familia -decía más seria mirando solo a mi plato aunque no comiera ésta vez, no  me gustaba recordar lo sola que me sentía cuando se trataba de familia. 

- Oh... ¿Eres huérfana? - Miró algo incómoda a su plato y me volvió a mirar.
-Si, supongo que eso es lo que soy -decía con la voz más baja. Se formó un silencio incómodo  durante un momento y luego dijo:  - Lo... Siento, no debí haber preguntado.
-No pasa nada, es algo que me preguntan siempre -sonreí - ¿ y tú qué ?
- ¿Mi familia? -preguntó
 -Sobre ti en general, ¿ tienes novio? -especifiqué.
- No, ahora mismo no, tampoco conozco a muchos chicos que valgan la pena...
- Ya te presentaré ;) -decía yo divertida. 
- ¿Y tú tienes?
- Novio específicamente no, juguetes algún que otro.. -me acordé de todos mis "amigos".
- ¿juguetes? - No entendía ese concepto
-Ya sabes, no son mis novios, no tengo ninguna relación con ellos pero puedo besarlos y ... -intenté explicarle.
- ¿Y...? -siguió preguntando, y yo no sabía como explicarle. 
-Somos amigos especiales  que podermos despertarnos una mañana juntos. -Le volví a explicar.
- Ah... Eh... - parecía algo incómoda, lo había entendido. 
- Se nota que eres alguien muy de normas -me reía. -Crees en el matrimonio -continuaba  yo-  -en tener un novio y ya está... chica, hay mucho en la calle -decía mostrándole mi  mejor sonrisa.
- Para nada, no es eso, si una chica guapa como tú es normal que tenga muchos novios... Es  que yo nunca .. - miró al plato
- ¿Pero no te ves a ti?   pareces una actriz de cine -la describí tal y como yo la veía con todo  aquél maquillaje y los vestidos de fiesta, era alguien muy atractiva- solo que no te muestras a  los demás.. -expliqué- bueno, te muestras pero solo a gente como tú, eso no sirve.

- ¿Y cómo puedo mostrarme? -quiso saber.
- Pues cuando vayas a una de esas tiendas que seguro que frecuentas mucho, cambia de 
planes y piérdete por la ciudad..
- No entiendo - me miró interesada
-Piérdete por calles de Londres que nunca viste, como los mercadillos, o cualquier callejón de  tiendas donde la gente es amable y te diviertes sola -me acordaba de mis tardes paseando  por calles y viendo como la gente disfrutaba comprando, yo solo me limitaba a observar.
- ¿Tú crees? -preguntó desconfiada aún.
-Claro.. :)
 -  ¿Y cuándo? ¿Cómo?
-Es fácil, cuando te apetezca, en vez de estar con tus amigos repipis o en vez de comer en  restaurantes como éste -abría los brazos para mostrar el restaurante tan lujoso.
- No creo que pueda librarme de eso
-Si no lo intentas.. -decía terminándome el plato.
- Mis padres me matarán
 -Pues que no se enteren
- Alguien se lo dirá -siguió preocupándose.
-Y qué más da, ¡que se entere el mundo entero si quieren! -.-
- Me dejarán de hablar
-Si te dejan de hablar por eso no merece la pena que tú les hables ahora
- ¿Tú crees? Entonces... ¿Me libro de todos y huyo por Londres?
-¡Ni te lo pienses! -alcé la voz convencida.
- Vale... En la próxima reunión lo haré.
- Y seguramente me veas por ahí-agregué riéndome.
- ¿Por dónde sueles estar?
- Por el Sojo generalmente o Carnaby Street
- No he ido nunca por allí- confesó.
-Es donde están los artistas y locos de Londres
- Ah... Creo que no estoy muy segura de querer ir - "debí haberme callado lo de antes" pensé.
-Tu te lo pierdes -.-
- Es que mírame, no pego con esos lugares -decía cavizbaja.
-A la gente de esos lugares no les importa tu aspecto. -le conté.
- ¿no?
- Claro que no  :)
- Genial, me sentará bien ir a un sitio de esos :)
-Seguro que te gusta -decía sonriente- me ha encantado la comida, pero es tarde, mañana  trabajo de nuevo- pensé de nuevo en que debía levantarme temprano, y limpiar el sótano de  varias mujeres, no trabajaba mañana en el bar, pero hacía horas extras de limpiadora.
-Vale, pues nos vemos algún día ¿no? -decía esperanzada.
-Sabes donde vivo ;) -me levanté de la mesa y limité a dejar en la bandeja de las propinas lo  poco que llevaba encima, era pobre, pero por eso no iba a dejar que pagaran por mi, yo  quería colaborar.
Me di la vuelta y me marché, noté la mirada de Mary en mis espaldas y me dije a mi misma  que nos volveríamos a ver.
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¡Y aquí el segundo capítulo! 
AlyMcLinne - ¡Muchas gracias por comentar y seguir nuestro blog! Y no dudaremos en usarte como personaje si te necesitamos, pero también puedes ser un personaje "malvado" jaja
Sof Beatlegirl - ¡Muchas gracias por comentar! Nos alegramos de que te hayan gustado las historias
Michelle Harrison - Gracias por comentar :) nos encanta que te encantase el capítulo ;)
Carla Andre Cofre Tapia - ¡Gracias por comentar y seguirnos! ¿De verdad lloraste con la primera historia? Bueno, si lo piensas bien, ¡con lo genial que escribe Beatriz es normal!
Esperamos que os guste, mil saludos y un cuarto :)

 




sábado, 19 de enero de 2013

Cap-1 Bienvenidos.



Beatrice.

Tenía tan solo 14 años cuando la vida tan feliz y jovial que tenía en mi hogar, España, se derrumbó, y no cacho a cacho, si no que me la arrancaron de cuajo.

Vivía cerca de la plaza de las monjas en una ciudad no muy destacada del país, llamada Huelva. Aunque no fuera una ciudad muy bonita era mi ciudad, y la gente fueras donde fueras te conocían, los robos no eran frecuentes y la pobreza se disimulaba con una sonrisa.
Me recordaba a Venecia, aunque de belleza le faltaba mucho, pero en ella habitaba y todavía habita la desembocadura de dos ríos famosos de la zona, el Tinto y el Odiel.
A veces me sentaba en unos escalones del puerto para poder ver desde un punto de vista fijo todo el camino posible de los ríos. Se veía en una orilla como los barcos de vela o de motor, piraguas y lanchas navegaban por él, algunos porque eran pescadores, otros porque practicaban deporte y otros por puro placer. En otra orilla se encontraba a gente bañándose en familia o haciendo castillos defectuosos de arena seca.
Luego, aunque no lo veía desde allí, sabía que al final del puente que llevaba a la otra orilla de la desembocadura se encontraba una especie de marisma donde distintas especies de aves se alimentaban.

Me pasaba las horas sentadas al borde del puerto, donde si me despistaba podía caerme a los pies de algún barco, casi los podía tocar.
El olor a pescado no solía gustar a la gente, pero aquella mezcla de sal, humedad y pez para mi era reconfortante.  Otras veces, cuando podía, me quedaba viendo a los pescadores llegar al caer el sol, como ya he dicho, me pasaba allí la mayoría de las horas, ya que mi padre trabajaba en una gran empresa de minas, en río Tinto, un pueblo un poco más alejado de la capital, por lo que lo veía poco y mi madre, en paz descanse, falleció a la hora de tenerme, no tengo recuerdos suyos, nada más que fotos en banco y negro y retratos de mi padre que le hacía en la playa mientras ésta se bañaba.

Cuando no pasaba las horas observando los barcos y a las personas bañarse en la orilla de los ríos me iba con mis amigos.
Suelen decir que los niños deben jugar juntos, pero yo me consideraba especial, pues no conocía apenas niños ni niñas en mi barrio, por lo que me relacionaba con otra gente.
Estaba Pepe, José, Luis, Eduardo...  todos ellos eran pescadores del puerto que me habían cogido cariño, incluso cuando les cogía de buen humor me montaban en sus barcos y me enseñaban curiosidades sobre el mar. También tenía amigas, claro, todas ellas mujeres que le compraban pescado a los pescadores, María, Magdalena, Eugenia, Paqui... todos esos eran sus nombres.
Algún tiempo creí que se compadecían de mi soledad, pero luego aquellos pensamientos se disolvieron con el tiempo y me limité a divertirme mientras crecía con todos ellos.

La escuela no era algo que me hiciera mucha gracia. Iba a una escuela privada de monjas donde debía llevar uniforme, y rezar dos o tres veces al día, jamás entendí a quién rezábamos, pero de todos modos jamás me quejé, pensando que si mi madre estuvo en el colegio aquél sería por algo.
Solo estábamos niñas, niñas tan refinadas que sus padres solo la sacaban de casa para exponerlas ante sus amigos, pero en clases, cuando conocías a las niñas cada una tenía un espíritu de libertad diferente, y casi ninguna quería acabar como sus padres, y todas, al fin y al cabo, me llegaron a caer bien.
                                                     
Un día de verano, me dio por no ir al puerto, tampoco quería ir a la playa ni al centro.
Decidí quedarme en casa esperando a mi padre, el cuál por ser verano tardaría unas horas en venir.
Llegó antes de lo normal, mientras que yo dibujaba alguna tontería en uno de los recibos caducados.

Mi padre me observó por un momento melancólico y no quería detenerlo, sea lo que sea aquella mirada tenía algo que no me hacía gracia.
Lo observé yo a él sonriendo, pero cuando se intercambiaron las miradas se escondió en la habitación dónde lo descubrí haciendo la maleta.
-¿Qué ha pasado? –pude preguntar.
-La empresa ha cerrado – no me sorprendí por aquellas palabras, nos temíamos aquello desde el principio. España todavía se estaba recuperando de la guerra civil, y teníamos una especie de dictador al mando el cuál, por lo que yo entendía, tenía tanto cosas buenas como malas, nunca pregunté si tenía más malo que bueno.
Mi padre seguía haciendo la maleta, lentamente.
-¿Qué haremos entonces?
-Me mandaron una respuesta, aquella oficina que te comenté de Londres. –Mi padre era alguien listo e inteligente que sabía apañárselas en los momentos de crisis, por lo que al temer la caída de su antigua empresa, envió una carta en busca de algún empleo en el extranjero, con la oportunidad de aprender un nuevo idioma y de empezar de cero, porque aunque no me lo ha dicho, la ciudad le recuerda a mi madre, todo lo que hay en ella, desde la playa hasta las montañas, en todos sitios tiene algún recuerdo de ella.



Tardamos una semana en cruzar en autobús el país, contando las paradas que hicimos.
Luego, al llegar a Inglaterra nos resultó fácil llegar a Londres por tren y alojarnos, en un hotel de 2 estrellas solo temporalmente.
Seguía siendo verano, pero echaba de menos el colegio, por la cuestión de hacer algo por las tardes. En Londres no había nada que hacer, pues mientras que mi padre negociaba sobre un posible empleo yo quería investigar por las calles, pero no me lo permitía el miedo, yo me crié en una pequeña ciudad, se podría llamar pueblo,  lo que había visto de Londres no tenía nada que ver con mi hogar.

Mi padre había quedado varios días con un hombre que le prometía que le conseguiría trabajo, el hombre era español, como nosotros, lo que le permitió a mi padre comunicarse mejor.
A los días de estar allí cada vez me aburría más, no entendía a nadie, no podía leer nada porque tampoco lo entendía, me pasaba las horas haciendo y deshaciendo la maleta, dando vueltas por la habitación e imaginándome otra vez en el puerto de Huelva observando a los veleros por el río.

Un día mi padre se levantó con un aspecto horrible, decía que no había dormido, pero hasta para no dormir se le veía muy mal. Sus ojos estaban rojos, rodeados por ojeras. La nariz la tenía taponada y roja del frío que tenía en el cuerpo, aunque el decía que sentía calor.
La frente le sudaba pues la tenía ardiendo, intenté que se tumbara pero él seguía diciendo que había quedado con aquél hombre que le ofrecía empleo, pero al final, lo convencí.
Pasé un día de enferma, sin tener experiencia antes. Solo sabía lo que se veía en las películas, y con eso era poco, tendría que haber una manera mejor de poder bajar la fiebre.
Cogía toallas húmedas y se las enrollaba en la cabeza, le daba muchos líquidos y para que se durmiera le cantaba alguna de las canciones típicas de nuestro país.

Al día siguiente no había mejora, incluso creería que estaba peor, incluso ahora solo dormía y tenía alucinaciones por la fiebre.
Al principio pensé “solo es fiebre” pero luego, en el colegio me acordé que mucha gente antigua murió por fiebre, e incluso ahora si no tenemos los medios indicados podría ser letal.
El miedo se apoderó de mi causándome lágrimas y llantos que hacían que la mujer recepcionista del hotel me entendiera menos de lo que podría.

-Por favor, ayúdeme. –pero era inútil hablar con ella cuando mis palabras no tienen significado aquí. La sujeté del brazo y la llevé a la habitación donde mi padre agonizaba. Al verlo corrió hacia él, y yo me coloqué a un lado, noté como la fiebre le había subido solo con un roce hacia su frente.
-Papá...  –Mi padre no habría ni los ojos.   Miré hacia la señora, que se la veía eufórica llena de pánico, supongo que ella tampoco se había visto en una situación así.

Finalmente apareció un doctor, pues la recepcionista lo llamó por teléfono para que viniera, o eso fue de lo que me enteré.
Lo miraba suplicante, intentando descifrar la mirada que le dirigía a mi padre, pero me echaron de la habitación a los minutos después y me tuvieron sin saber nada de mi padre durante horas.
A la mañana siguiente, se cumplió el sueño que mi padre siempre había soñado “reencontrar a mi madre”. Estarán los dos juntos en alguna dimensión, en algún sitio.

Yo por el contrario tenía que acostumbrarme a la soledad en una ciudad completamente desconocida para mi, sin dinero, sin comida, sin un lenguaje para comunicarme. 
Las lágrimas eran mis únicas amigas cuando dormía en un callejón de los más pobres de aquella capital.
Por las tardes escuchaba a la gente hablar  y aprendía nuevas palabras, sobre todo de saludo como “¿cómo estás?” “Mañana te veo”
Así seguía mi vida, viviendo en Londres entre callejones oscuros, durmiendo tapada con cajas de cartón.
Aún tenía cosas mías, como mi collar de plata, el que heredé de mi madre, o mis documentos personales, lo demás lo había tenido que vender para comer.

No tardé mucho en aprender ha comunicarme a medias en inglés, y así me resultó más fácil hacer amigos, aunque supiera que los amigos que me había echado no eran los apropiados. Ellos me enseñaban a cómo sobrevivir en aquella ciudad, me enseñaron que lo principal era comer y lo demás caprichos. No temía a nada, pues todo lo importante para mi se había ido, no tenía nada que perder, por lo tanto, ahora esos callejones oscuros llenos de roedores no me parecían tan terroríficos y asquerosos al fin y al cabo.
Para sobrevivir necesitaba saber conseguir dinero, bien robando, estafando o trabajando, claro que a mi edad todavía el trabajo estaba casi descartado, me limité a sobrevivir en la ciudad estafando a personas y limpiándoles el coche a señores mayores.
No me gustaba aquél modo de vivir, y todas las noches cantaba canciones de mi ciudad natal para que una parte de ella no se perdiera, pero en verdad lo hacía para no llorar.

Seguía durmiendo entre cajas de cartón y en invierno me buscaba más mantas y normalmente me colaba en la azotea de algún edificio con chimenea y principalmente vivía allí.
Tenía cuidado para que los policía no me vieran, más bien porque no quería problemas, no ahora.

Miraba a las estrellas y me preguntaba si Huelva seguiría siendo igual que antes, con aquellos barcos y los pesqueros, si el sol seguiría lamiendo la mejilla de cualquiera al amanecer, o si la luna seguiría guiando el camino de alguien. Luego pensaba en Londres, no está tan mal, más o menos hago lo mismo que hacía antes, ahora también vivo cerca de un río, y aquí los puentes son más bonitos y hay más espacio peatonal.
Aquí hay parques, y la gente es amable a la hora de ofrecer comida o dinero sin nada a cambio.  Luego están las calles más de lujo, donde me doy largos paseos observando a las personas y las tiendas. Mis ropas no son las adecuadas, lo sé, pero no es de mi alcance conseguir la ropa que me apetezca, si no, ya tendría unas cuantas tiendas en las que podría fijarme.

En cada sitio o rincón podría decir por lo menos 10 nombres de personas, pues ellos me conocen a mi, y yo les conozco a ellos, en Navidad normalmente, suelen ofrecerme varios sitios en donde comer y dormir, incluso gente que me ha ofrecido cobijo durante todo el año, pero la ciudad es muy cara y una persona gasta mucho por lo que siempre rechazo, esperando cumplir edad para empezar de cero, empezar trabajando.

Así conseguí llegar a mis 18, sin dinero pero feliz, llena de amigos, de anécdotas, llena de ganas por vivir ahora mejor que nunca, llena de olvidar un pasado durmiendo en la fría acera o teniendo que robar el pastel de alguien de una ventana, ahora, iba a conseguir hacer algo por el mundo, y sabía que no sería gran cosa, pero al fin y al cabo, aquél trabajo me cambió la vida. 

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Mary. 

Desde pequeña, siempre había conseguido lo que quería; y quizá eso había influido mucho en como se había desarrollado mi vida.

Había nacido en Dartford, una pequeña ciudad del sudeste de Inglaterra. No teníamos mar, pero sí un gran río de agua verdosa y fría. También había grandes bosques, verdes y llenos de animales. Aún me acordaba de la primera vez que me había adentrado en esos bosques; tenía seis años y había ido con mis padres y mi hermano a visitar a unos… como llamarles, amigos de mis padres. Nos sentamos a tomar el té y yo me aburría tanto que dejé que mi imaginación de niña volase y topé con la salida perfecta: un gran ventanal en el lado opuesto de la habitación. Me escabullí y salí por él, corrí por el jardín, salté la valla y me dediqué a investigar por allí. La inmensidad de aquel lugar me había enamorado y desde entonces iba todos los meses a jugar allí. Allí también me habían besado por primera vez y allí iba cuando me sentía sola.

Mi padre era uno de los empresarios más importantes de la ciudad, por lo que teníamos bastante dinero. Tenía un hermano, éramos como polos opuestos. Él era un auténtico remolino, siempre haciendo travesuras y buscando problemas donde quiera que fuese. Yo era un “ángel”, como decían mis abuelos, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Era igualita a mi madre, pero con el pelo de mi padre. Tenía un espíritu libre y siempre me esforzaba al máximo.

Desde pequeña había sentido cierta fascinación hacia la soledad, la tranquilidad que esta aportaba y la capacidad que me proporcionaba para pensar. Pasé toda mi infancia haciendo lo que mis padres querían. Había ido al mejor colegio de la zona, rodeada de niños que eran copias en miniatura de sus padres, había trabajado mis modales y había aprendido a comportarme como una señorita. Desde los cinco años fui a hípica y a los siete me regalaron mi primer caballo, bueno, era un pony. Había ido a clases de ballet y a misa todos los domingos. Podría decirse que era una niña modélica. Siempre me había centrado en mis estudios, no iba a dejar que mis padres me lo pagasen todo, como hacían mis compañeros. Era la primera de la clase, mis profesores no tenían ninguna queja de mi. Y así fue hasta a hoy, ahora, el presente. A mis 18 años había decidido ir a la Universidad para estudiar lo que YO quería y lo que a MI me gustaba, no lo que mis padres opinaban que era lo mejor o lo que mis “amigos” me recomendaban. Y sí, “amigos”, escrito entre “ ”, porque, la verdad, esas personas no eran mis amigos, sólo las personas con las que me habían juntado mis padres desde pequeña y que ahora eran mi grupo de conocidos; me limitaba a salir con ellos de vez en cuando y escuchaba “todo” lo que decían, fingiendo interés mientras pensaba en cualquier otra cosa.

Muchas veces me hubiera gustado tener amigos de verdad, gente normal con algo que no fuera dinero en la cabeza; pero mis padres tenían un círculo de amigos, más bien socios, determinado, y yo no conocía a nadie fuera de él.

Me había mudado a Londres hacía muy poco, semanas atrás y, para mi sorpresa, mis “amigos” se mudaron también, para “estudiar”, y por estudiar, claro está, me refería a ir de fiesta y comprar. Estaba claro que yo no iba para eso, yo iba decidida a estudiar lo que yo quería, Filosofía. Ellos habían elegido un estilo de vida y yo otro, uno que creía que nunca podría tener.
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Hola beatlemaniacas queridas, como veis nos hemos unido en una fic dos de nosotras: Mercedes, a la que todos conocéis, y Beatriz (yo). 
Hemos creado esta historia que empezamos a publicar hoy y esperemos que os guste, de todos modos nosotras disfrutamos al igual creándola.  

Mil saludos y un cuarto, Mercedes y Bea :D